A raíz del caso
Charlie Hebdo ha habido una explosión mediática de solidaridad con este semanario satírico. Los hechos más visibles han sido las concentraciones en las
calles de París, con la presencia de decenas de jefes de Estado, y la difusión
de lemas “Je suis Charlie” en las redes sociales. Como era de esperar, ha reactivado la cuestión del choque de civilizaciones. También se han generado debates en torno a la libertad de expresión y la tolerancia. La perspectiva
más expandida al respecto sostiene que Charlie Hebdo es una representación de
ambos valores, los cuales son patrimonios universales forjados en Europa así
como un objetivo del terrorismo islamista. Pero, ¿hasta qué punto podemos tomarnos seriamente esta perspectiva?
En primer lugar, pese a lo que normalmente se dice, la libertad de expresión nunca se ha sentido del todo cómoda
en Europa, al menos en tanto práctica popular. Esto contradice el discurso de la mayoría de tertulianos y también de parte de las perspectivas académicas. De hecho, cuando tratan de centrarse en los orígenes de dicha libertad, los manuales al uso de historia de las
ideas políticas suelen remitir a la Holanda de Baruch Spinoza y a la Inglaterra
de John Locke, a los que no por casualidad se les ha considerado paladines del
liberalismo y de la Europa moderna. Ahora bien, aunque Spinoza y Locke supongan novedades importantes en la historia de Europa, estas asociaciones tergiversan gravemente el pasado
europeo.
Ciertamente Spinoza defendió que no debía perseguirse a nadie por lo que dice, sino
por lo que hace (es decir: la palabra no delinque), y dedicó su única obra publicada
en vida a defender que la libertad de expresión es un requisito para el buen
funcionamiento de la sociedad. Ahora bien, sobre el tema de la persecución, Spinoza parafrasea textualmente a Séneca, un filósofo que políticamente
fue poco menos que conservador. Además en ese punto concuerda con dos
filósofos opositores de la democracia, a saber, Thomas Hobbes e Immanuel Kant.
El filósofo inglés ya advirtió que los pensamientos no pueden ser castigados y,
en caso de hacerse públicos, sólo deben castigarse si vulneran algún
principio del contrato social. En cuanto a Kant, fue artífice de un
planteamiento escolástico según el cual uno puede expresarse libremente “en
tanto docto”, concluyendo que uno puede publicar cuanto quiera siempre y
cuando obedezca. Si atendemos a la historia, pues, la libertad de expresión es,
de entrada, algo que no se aleja mucho de acatar el orden estipulado, por lo que no parece exclusiva de Europa.
Baruch Spinoza (1632-1677), filósofo sefardita afincado en Ámsterdam. Figura insoslayable para comprender el ateísmo y el materialismo modernos |
Sin embargo, en
lo referido a la libre expresión como requisito social, Spinoza critica directamente a los defensores de la tolerancia, y aquí radica su
carácter subversivo. En efecto, en el siglo XVII, la tolerancia era un “valor”
defendido expresamente por los calvinistas holandeses frente a la libre
expresión que propugnaban los republicanos como Spinoza. Y es que, mientras la libertad de
expresión spinoziana se dirigía a criticar públicamente a las jerarquías eclesiásticas (que son las que condenan a Miguel Servet, Giordano Bruno y Galileo Galilei y las que favorecerán el auge del absolutismo europeo y la habitual quema de mujeres llamadas “brujas”), la
tolerancia era el eje discursivo de un fundamentalismo cristiano que postulaba
que la fe debía aceptarse pese a las pretensiones de científicos y políticos. No
es casual que “tolerancia” (tolerantia)
signifique “soportar” y que Spinoza rara vez use esa palabra. El tolerante es
quien no permite que “tomen a Dios en vano”. Por su parte, el mismo Hobbes, en
su objetivo de someter el poder religioso al poder civil, también fue un firme
crítico de la tolerancia (y es sabido que muchos republicanos holandeses lo tomaban como referente, pese a ser un reconocido monárquico). Quien sí defendió la tolerancia por diferentes medios
fue Locke, el cual vivió varios años en Holanda hasta su regreso a Inglaterra, tras la Revolución Gloriosa. Por cierto, dicha defensa incluía que católicos y ateos no pueden ser
tolerados: los primeros porque son subordinados del Papa y los segundos porque
son inherentemente inmorales. Todo lo cual era argumentado por el
mismo Locke mientras defendía sus intereses económicos con la trata negrera, cuestionada entonces por algunos católicos y ateos. No obstante, sus argumentaciones estarán presente incluso en la Declaración de Independencia firmada
por un empecinado puritano, a saber, Thomas Jefferson.
Valga recordar
también que la libre expresión que defiende Spinoza no es un acto moralista,
sino un consejo maquiaveliano dirigido a la clase política de las Provincias
Unidas, concretamente a Jan de Witt. Spinoza
era consciente que privar la libre expresión favorecía la corrupción y el
fanatismo, ambos motores de la decadencia económica, como bien sabía él cuya familia tuvo
que emigrar ante el fundamentalismo cristiano y expresamente antisemita de la Península Ibérica. De todos
modos, en Holanda no acabaría triunfando la libertad de expresión sino la
tolerancia. El mismo Spinoza fue excomulgado (herem) de la comunidad judía de Ámsterdam
y Jan de Witt fue descuartizado vivo junto a su hermano a manos de fanáticos,
en plena calle, a lo que siguió la instauración del régimen absolutista de los Orange. Por
cierto, el triunfo de la tolerancia no
impidió que Holanda fuera la inventora de los barcos negreros (he comentado otros aspectos sobre Holanda y su relación con los procesos de modernización en otro post).
Habrá que
llegar a la Ilustración para encontrar defensas de la tolerancia en un sentido
próximo a la libertad de expresión, pero dichas defensas no irán mucho más allá de los temas de salón. Un ejemplo emblemático lo encontramos en Voltaire, quien así y todo en sus novelas nos recuerda las masacres que los muy tolerantes holandeses llevaban a cabo en sus colonias. A partir del siglo XIX, ningún demócrata, feminista o socialista relevante apelará a ella, mucho menos en clave revolucionara. Y es que entonces ya se tendrá consciencia de que la tolerancia es un mecanismo para mantener
el statu quo sociopolítico. No obstante, ha sido duramente criticada por
diversos filósofos europeos contemporáneos, como Herbert Marcuse o Slavoj Žižek,
los cuales han recordado su sentido originario: soportar. En efecto, hechas estas aclaraciones, Charlie Hebdo no parece pretender estrictamente la tolerancia, dado su particular afán de llamar la atención de quienes no comparten su manera de “ejercer la libertad”. Antes
bien, parece tener como objetivo el hecho de que sean los otros quienes les
toleren, sí o sí. Así parece que la intolerancia es mala porque intolerante es quien no te quiere tolerar. Vamos, muy en la línea de los tolerantes Locke y Jefferson respecto a su defensa de la esclavitud y también de los tolerantes fundamentalistas que acabaron con la
vida de Jan de Witt en pos del auge absolutista en Europa.
Por otro lado,
cabe señalar que la idea según la cual la libertad de expresión y la tolerancia
son objetivos del terrorismo islamista responde a una lectura claramente
interesada. En cierto modo es trivial, porque el fundamentalismo islámico no va
a atacar a nadie por el hecho de hacer caricaturas de Mahoma. Los fundamentalistas –sean islámicos,
cristianos o judíos– te van a querer atacar simplemente por existir. En
todo caso, lo que consiguen las caricaturas de Mahoma es ofender a los
musulmanes que no son fundamentalistas al tiempo que encumbra a los europeos en
una hipócrita postura según la cual los otros tienen la mente cerrada.
A propósito de
este último punto creo conveniente sacar a colación algunos comentarios publicados
desde que comenzara la propaganda eurocéntrica en torno al caso Charlie Hebdo*. Desde
Buenos Aires, la analista Ximena Krásnaya nos sugiere que, bajo el pretexto de
unos idiotas que han matado a otros idiotas, los medios de comunicación
occidentales tienen otra vez un material adecuado para eludir los problemas políticos y
sociales de gravedad. Señala que no hay que relacionar a Charlie Hebdo con la
libertad de expresión, sino con la provocación, mientras recuerda que la
célebre revista no sólo ha acusado a los gobiernos de Cuba y Venezuela sino que no se
ha arrugado a la hora de apoyar los bombardeos de la OTAN en Yugoslavia y Libia.
Asimismo, lamenta que la solidaridad pública hacia Charlie Hebdo sea mayor que
la que jamás hayan recibido los árabes de Israel o los rusos de Ucrania. Por su parte, el profesor
y gestor de riesgos David Alexander comenta desde su blog el impresionante
poder de alienación que tienen los medios de comunicación. Un poder que, de
acuerdo a sus palabras, genera conductas ridículas al tiempo que es capaz de
paralizar cualquier tipo de debate, todo lo cual con tendencia a criminalizar a quien
cuestiona la ortodoxia de las grandes corporaciones de información. Con todo,
reconoce que la sátira puede ser un ejercicio crítico, pero tiende a tener un doble
rasero. ¿Por qué es más frecuente la sátira contra los musulmanes
que contra los judíos? No en balde señala que vivimos en un mundo de consenso
forzado.
Alexander apunta
que el caso Charlie Hebdo ha intensificado el diálogo de sordos y que hay
razones parar sostener que existen intereses en crear un sentimiento de inseguridad
en Europa. Asimismo, expresa su sorpresa ante la inmadurez que los
europeos muestran sobre su propia historia y el terrorismo. Estas cuestiones
también han motivado al antiguo vicepresidente de les Illes Balears, Pere Sampol,
quien comenta que lo que algunos llaman sátira es también un ataque cobarde a los oprimidos, los cuales observan como Occidente se mofa de aquello en lo que creen
después de haberles bombardeado. Por ello, Sampol tacha a Charlie Hebdo de ejercer
un “humor colonial”, lo cual dista mucho de ser un humor valiente, un ejemplo
del cual sería, por ejemplo, denunciar los usos perversos que los gobiernos
occidentales hacen en torno a la idea de “terrorismo”. No obstante, dicha idea está justificando la privación de libertades a los europeos de hoy.
*Para acceder a otras reflexiones sobre Charlie Hebdo (Z. Bauman, S. Zizek, U. Eco, N. Chomsky, E. Balibar, etc.) clica aquí.
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